Más ¿en qué consiste dicho cambio? Desde hace unos años, a través de investigaciones hechas en el cerebro, sabemos cómo funciona, cómo se conectan las neuronas y concretamente cómo aprendemos, cómo se potencia la memoria, cómo funcionan los elementos neuronales para pensar, razonar e imaginar, cómo se adquieren los hábitos y cómo se consiguen conductas positivas.
Así, ahora somos conscientes de que un poquito antes de nacer y hasta aproximadamente los 18 años pasamos por unos periodos llamados periodos sensitivos en los que unos aprendizajes son mucho más sencillos que otros, como si el cerebro estuviera dispuesto a aprender tan sólo unas cosas determinadas, y van acompañados de una serie de instintos genéticos que debemos desarrollar.
Esto quiere decir que no salen solos, o al menos no siempre; entonces, cuando el padre y la madre saben cuáles son los periodos sensitivos de su hijo y cómo pueden exteriorizarse esos instintos, poseen unas condiciones excepcionales para ayudarle a desarrollarse como persona.
Pero veámoslo con los siguientes ejemplos. Un niño nace y lo primero que hace es mamar sin que nadie le haya enseñado a hacerlo, luego ése será su primer periodo sensitivo. Después, cerca del año de vida, comienza a dar pasitos también sin que se le haya inculcado, sin clases particulares, por instinto, ¡y miren que es difícil! (los robots, mismamente, arrastran los pies para caminar; sin embargo, un niño de 12 ó 13 meses es un genio andando), luego ahí tenemos otro de esos periodos.
Claro que el problema reside en que todo esto es cuestión de tiempos determinados, y si a ese niño se le detecta un problema en una de sus rodillas que le impide andar hasta los dos años, pongamos por caso, ese segundo periodo sensitivo que he comentado ya habrá pasado y deberá someterse a una terapia especial de aprendizaje de algo que en un momento determinado era puro instinto. Entonces, aunque sin duda alguna conseguiremos que acabe caminando, las neuronas preparadas para hacerlo son distintas y el niño tendrá que oír durante el resto de su vida que anda raro.
Y lo mismo ocurre con el periodo relacionado con el equilibrio, cuyo desarrollo vive su momento más apto entre los tres y los cinco años; así, si durante esa etapa le enseñamos a patinar o andar en bici, le será mucho más fácil que si postergamos estas actividades, además de que ejercitará las neuronas destinadas a tales actos y eso le servirá para que en un futuro pueda hacer otras cosas vinculadas a ellos -tales como surf, vela, equitación, etc.- sin apenas esfuerzo tan sólo porque lo aprendió en su momento oportuno. Por eso es tan importante que los padres conozcan sus periodos sensitivos y cuándo se producen.
Eso sí, no vayan a pensar, se lo ruego, que una vez pasados esos años ya no podemos desarrollar estas aptitudes, lo que ocurre es que, por desgracia, mientras un niño patina mañana y tarde y vuelve a hacerlo al día siguiente sin desfallecer, alguno de nosotros podría coger los patines a la mañana y a la noche tener que ir a recuperarse del esfuerzo al hospital. Así que debemos aceptar que cada cosa tiene su momento adecuado, y precisamente ahí reside lo bonito de esos periodos sensitivos.
Todos sabemos desde hace años, aunque todavía no estaba científicamente comprobado, que incluso aprender a nadar es más fácil cuanto más joven se empiece, y que en general cualquier deporte tiene su momento inicial ideal de acuerdo con las capacidades de nuestro cerebro, aun sin ser especialistas en el tema. Cierto es que los rusos lo intuían desde épocas remotas, y la prueba es que llevan años preparando a la gente desde su más tierna infancia para que pueda practicar una serie de deportes. Efectivamente, sabían cuándo podían empezar el aprendizaje del baile, del fútbol y demás, lo habían comprobado experimentalmente; sin llegar a concluir la razón, eso sí, pero esos conocimientos les bastaban para potenciar la práctica de dichos deportes a una edad muy temprana, y ése es el motivo por el que llegaban a hacerse valedores de tantísimas medallas de oro en las Olimpiadas.
No obstante, pasemos a tratar ahora los periodos sensitivos de la inteligencia, con los que sucede exactamente lo mismo. De hecho, la memoria es uno de los asuntos de mayor importancia, y hoy día se habla del archiconocido fracaso escolar sin tener en cuenta que el único fracaso que existe es el de los padres, con perdón (yo siempre digo que no hay problemas de hijos, sino problemas de padres), ya que no es el colegio el que debe educar. Es más, éste no puede hacer nada si los padres no actúan; podrá enseñar a leer, pero no una serie de valores sociales y de convivencia fundamentales, que deben ser vistos por el niño en su casa desde que es pequeñito, cuando nace potenciar la memoria.
¿Y cuándo ocurre esto exactamente? Desde incluso antes de nacer hasta los tres años; a los cuatro y cinco también, pero menos. Por tanto, potenciemos la memoria -al final les contaré cómo podemos hacerlo, e incluso les diré cómo pueden aprender inglés los niños sin que sus padres lo hablen, que seguro que les gustará-.. De esta manera, el niño llegará a pasar la vista por un libro y se lo aprenderá sin ningún problema, ¡algo extraordinario!, según he podido comprobar a través de mis nietos.
Conferencia (extracto1) D. Fernando Corominas
Presidente del Instituto Europeo de Estudios de la Educación
Bilbao, 6 de Mayo de 2002
Presidente del Instituto Europeo de Estudios de la Educación
Bilbao, 6 de Mayo de 2002
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