Es por lo anterior, que el control de esfínteres es un acto eminentemente individual que se presenta en la vida del niño como parte de su desarrollo y se le debe proporcionar la canalización adecuada.
El control de esfínteres es el paso del uso de pañales al uso del sanitario. Es un logro trascendente, que de ser un reflejo involuntario, se convierte en voluntario y controlable de manera única y exclusivamente personal.
El cuerpo humano, por condición natural, nace con el equipo adecuado para que en su momento, tiempo y armonía, el niño pueda lograr este control, interviniendo los educadores como meros promotores de la situación.
La normalidad indica que alrededor del 75% de los niños logran el control total del esfínter a los 36 meses de edad y el 90% lo alcanzan plenamente a los 5 años. Por lo tanto, es obvio que cada niño despliega su tiempo, es decir que unos se tardan más que otros, y que eso implica que los padres y/o educadores deben ser pacientes en la espera de la madurez natural del niño.
Este proceso del cuerpo humano se va dando por etapas. En el recién nacido, la capacidad que tienen el sistema nervioso y la vejiga son niveles de maduración bajos, es decir aún no alcanzan su total desarrollo, es por eso que a los bebés se les cambia con frecuencia. Conforme pasa el tiempo, los cambios se van espaciando, y así se llega la etapa de los 24 a 36 meses, en donde la madurez del sistema nervioso y de la vejiga han alcanzado mayor capacidad, y por lo tanto, la vejiga puede almacenar más cantidad de orina.
El control del esfínter es un paso significativo de independencia, madurez física, emocional y social. Es de independencia pues el niño es capaz de manejarse a sí mismo y de controlar su cuerpo con más conciencia. La madurez física se refiere a que los órganos del niño están lo suficientemente desarrollados para lograr la batalla que el control implica. La madurez emocional es la seguridad que el niño tenga de poder manejar su músculo y ser capaz de sentirse bien consigo mismo. En cuanto a la madurez social, se refiere a la relación interpersonal con sus coetáneos y con sus padres y familiares de acuerdo a la respuesta que éstos presenten al proceso.
Durante este periodo, el niño empieza a tomar consciencia de tener una micción voluntaria, por lo tanto es la etapa indicada para empezar el entrenamiento, por lo menos durante el día.
Cabe hacer hincapié que la micción voluntaria hace presencia cuando el cuerpo del niño está listo para ella, y no por el entrenamiento que se dé, es decir cuando expresa que quiere ir al baño o intenta retirar el pañal, pues hace ver que ya creció, que ya es “grande”.
Así pues, se puede considerar que el niño esta listo para el control de esfínteres cuando:
Es capaz de vaciar de un recipiente a otro sin derramar.
Es capaz de brincar con los pies juntos en el mismo espacio.
Es capaz de subir escaleras alternando los pies.
Pasan dos o más horas sin que el niño moje el pañal.
Expresa con palabras o acciones que lo cambien, pues siente incomodidad.
Amanece con el pañal seco.
A través de juego imita la conducta de ir al baño, por la observación de hermanos mayores o adultos.
Avisa que está orinando en el pañal.
El educador debe tomar en cuenta estas conductas y aprovechar el interés del niño, ya que está descubriendo algo nuevo en su cuerpo y se percata que puede tomar control del mismo. Este momento se puede ocupar para entrenarlo, mas no para llegar a una lucha de poder, es decir, que los educadores deben estar conscientes que quien tiene el control del músculo esfinteriano es el niño, y si ellos pretenden tomar ese control, el niño lleva las de ganar, pues es su propio cuerpo y él lo está aprendiendo a dominar, por lo tanto, los padres deben conscientizar que este proceso es natural y que no deben imponerlo, o bien enojarse, castigar o reprimir cuando el niño no lo logra, pues rápidamente el niño descubre que puede triunfar en el sentido de desalojar o retener su orina y así hacer enojar a sus padres.
Es una situación interna del niño, no externa de los padres, como cuando se evita que el niño haga, tome o toque algo que no debe y entonces basta con no ponerlo a su alcance, ganando así los padres la partida, en cambio, por ser del propio niño, él tiene el control.
Si el niño toma el poder de la situación y esto se presenta con frecuencia, el organismo se acostumbra a no retener voluntariamente y conlleva a que con el tiempo, el niño, vuelva a ser incontinente, a pesar de querer controlar su micción, y entonces se puede crear un conflicto psicológico referido a la agresión.
Problemas en el control de esfínteres.
Cuando se ha llegado a la edad límite (5 años) y el niño no ha logrado el control de esfínteres matutino y/o nocturno, existe un problema que puede ser de dos tipos:
Enuresis: que es la falta de control de la orina. Es el más común de los problemas y puede presentarse de día y sobre todo de noche. Hay de dos tipos:
Enuresis primaria, es cuando no ha habido en ningún momento el control del esfínter.
Enuresis secundaria, se presenta cuando ya hubo control por cierto tiempo y luego hay una regresión y el niño vuelve a la incontinencia.
Encopresis: falta de control del excremento. Se presenta con menos frecuencia que el anterior.
Etiología del problema: la raíz de estos problemas se debe a dos rubros diferentes, que son: el origen físico y el psicológico.
Fisiológicas: estas causas tienen su origen en alguna disfunción del organismo; la más conocidas son:
Sistema Nervioso inmaduro: es la presencia de una disfunción del sistema debida a que no ha logrado alcanzar su crecimiento maduro con respecto a la edad biológica del niño. Es detectada por el médico y normalmente se cura estableciendo horarios adecuados y el tiempo mismo permite que el cuerpo alcance su equilibrio.
Mal funcionamiento de la vejiga: es la incapacidad de la vejiga para almacenar la cantidad de orina generada por el organismo y entonces el niño no puede controlar su salida, o bien, de repente avisa que le urge ir al baño. Es detectada por el médico, urólogo pediatra, y es él quien prescribe el tratamiento.
Enfermedades: pueden ser infecciones o alergias que provocan mayor contracción de la vejiga y por lo tanto se puede presentar incontinencia durante el sueño.
Reloj biológico: puede ser por un sueño profundo, en donde el niño incluso sueñe que está en el baño y presente la incontinencia. Puede también presentarse al momento de despertar, por un cierto estado de confusión, la vejiga se contrae y viene el problema.
Genética: la herencia es un factor que influye en la incontinencia. Los niños, cuyos padres padecieron enuresis, tienen entre el 40 y el 70% de probabilidad de obtenerlo vía genética.
Psicológicas: son la ansiedad y el estrés los causantes, en la mayoría de las ocasiones, de la presencia de enuresis infantil. Hechos o situaciones como: la muerte de alguien cercano, la llegada de un nuevo miembro a la familia nuclear, mudanza, cambio de institución escolar, problemas entre los padres, o bien, si en algún momento, el niño tuvo una infección, enfermedad o un accidente y fue incontinente, puede ser que por el hecho de la carga emocional, fuerte y negativa, que se le adjudicó al incidente, el niño haya continuado esa conducta.
Suele presentarse con más frecuencia en varones, pues se ha investigado que las niñas tienen mayor capacidad de continencia y almacenamiento en la vejiga.
Sugerencias para la solución al problema. Se explican a continuacón diferentes alternativas de solución que ayudan a remediar y a llevar la situación lo más adecuado posible.
Asegurar el origen de la causa: para eso es necesario que primero se descarte la posiblidad del origen fisiológico de la situación, es decir acudir al médico para conocer el estado físico del niño. Quien acuda con el niño a la consulta debe llevar horarios, frecuencia, cantidad y condiciones bajo las que el niño orina, para aventajar en el diagnóstico y tratamiento.
Comprender y razonar que es involuntaria la micción: es decir, que los padres y/o educadores no deben sentirse agredidos, sino entender que el niño es incapaz de controlarse y por lo tanto no lo hace por molestar, sino por incapacidad.
Que el niño conozca lo que le sucede: es decir, no se debe volver un tema no tratado, pues se convierte en tabú debido a que su presencia es inminente. El niño debe saber que no es una mala conducta de su parte, sino que su cuerpo no reacciona ante lo que se le indica, pues aún es pequeño; que su músculo no es tan fuerte para permanecer cerrado y se abre sin pedir permiso.
Tambén se le puede explicar abriendo y cerrando la mano, o con una pelota de hule que pueda llenarse y vaciarse.
Es necesario que el niño sepa que es desagradable e incómodo estar frecuentemente lavando las sábanas, cobijas y ropa. Esto se debe hacer sin gritos, reproches, castigos, etc., simplemente haciéndole saber que es cansado y poco grato.
El hecho de guardar, ignorar o no hablar del tema, en lugar de ayudar, empeora la situación, pues el problema existe y necesita un canal de ayuda abierta, no de indiferencias sutiles que dañan a todos y llega un momento en que alguien explota sin medir más las consecuencias de sus actos. Por eso lo ideal es hablarlo, obviamente sin darle más de la importancia requerida para no etiquetar al niño.
El conflicto pertenece al niño: si los padres y/o educadores toman el asunto como propio, estan quitando responsabilidad al protagonista de la historia, el cual es el indicado para resolver las consecuencias de su problema.
Que el niño tenga ropa limpia a la mano, que durante la noche, el niño se levante sin despertar a los demás, ponga una toalla en lo mojado y se cambie de ropa. Si el niño informa que no le desagrada estar mojado, se le informa que una regla básica de casa es dormir limpio y seco
Que el niño logre avances: se le puede no dar agua desde dos horas anteriores a que se duerma, para que tenga menos posibilidad de presentar la incontinencia. Despertarlo y guiarlo al baño para voluntaria y conscientemente tenga una micción. En época de frío debe dormir caliente, pues ese clima provoca incontinencia.
Hábitos buenos: poner horarios y formas consistentes para asistir al baño. Todas estas formas deben ir acompañadas de amor, aceptación y cariño para que el niño asocie situaciones positivas con su problema.
La encopresis puede ser solucionada como la enuresis. Vale aclarar que su origen esta relacionado con algún enojo grande hacia alguien o algo, y que el niño no puede expresar de otra forma. También pueden ser problemas de colon o estreñimiento.
Métodos de entrenamiento.
Existen varios métodos de entrenamiento para lograr el control. Cualquiera puede servir, es decir, no es efectivo el método en sí, sino la forma en que se lleva a cabo para que no dañe la autoestima, autoimagen y las relaciones personales del niño.
Entre los métodos que existen, se encuentran: por imitación de hermanos mayores o bien por una constante y ordenada asistencia al baño, pero de manera agradable.
Como sugerencia se puede decir que para empezar a practicarlo se recomienda que sea en época de calor, en donde los niños además de sacar toxinas vía los esfínteres, lo hacen por el sudor, entonces se vuelve menos tedioso; por otro lado, cuando están aprendiendo suelen estar mojados constantemente, entonces es bueno que el clima sea propicio para que no les traiga como consecuencia enfermedades de vías respiratorias. Inclusive es bueno que durante esa época, el niño calce huaraches y use bermudas, falda o pantalón (según el sexo) que tenga elástico en la cintura para que sea más fácil vestirlos y cambiarlos.
No es recomendable en la temporada invernal pues el niño tiene más incidencia para ir al baño, ya que el frío le provoca esta necesidad, además de la falta de sudor.
Cabe aclarar que no es conveniente reforzar al niño con estímulos materiales (dulces, juguetes, etc.), sino más bien con estímulos afectivos (besos, abrazos, caricias), pues hay que recordar que este control es madurez netamente y que aunque muchas veces el niño quiera controlarlo aún no es tiempo por su fisiología o por su afectividad, por lo tanto es suficiente que se sienta atendido y respetado, más no apresurado o sucio.
También se le refueza diciéndole que ya es un niño más grande, y que ahora puede usar ropa interior como la de papá o mamá.
Es sugerible que los padres y/o educadores hagan pruebas para observar si el niño ha llegado a la madurez del esfínter, y si no hay resultados positivos al tercer o cuarto día (como máximo), es conveniente regresar detenerse y no forzar al niño, ya que acelerar este proceso, puede conllevar consecuencias a largo plazo como:
· Mojar la cama.
· Estallidos de cólera.
· Miedo al retrete.
· Obstinación e ira.
· Preocupación exagerada por la limpieza.
· Miedo a estar solo,
· Problemas de aprendizaje en cuanto atención, dislexia, disgrafia, disortografia, discalculia, etcétera.
Para concluir con este tema, cabe decir que es un proceso por el que todo ser humano pasa, sin embargo se debe hacer lo más natural y agradable posible.
Bibliografía.
1. BORBOLLA DE NIÑO DE RIVERA, Julia., Profesión: mamá, una guía para ejercerla., México., Ed. Diana., 2002., 242 p.
2. CRAIG, Grace, Desarrollo Psicológico., México., Ed. Mc Graw Hill.
3. NICKEL, Horst., Psicología del desarrollo de la infancia y de la adolescencia., Barcelona., Ed. Herder., 1980., 565 p.
4. PAPALIA, Diane E., et.al., Psicología del desarrollo., México., Ed. Mc Graw Hill., 1995., 672 p.
Nota técnica elaborada por la Esp. Itziar Zubillaga Ruenes. Abril del 2000. Revisada marzo 2003.
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